Anyi Cárdenas es una joven lideresa que, tras la firma del Acuerdo Final de Paz, ha encontrado en los procesos colectivos una forma de trabajar por un mejor país. Hoy, su invitación es que todas las personas, en especial los y las jóvenes, pueden marcar la diferencia en la construcción de paz.
Fotografía de archivo personal de Anyi Cárdenas.
«El reto más grande fue encontrarnos con una sociedad que no estaba preparada para recibirnos». De esta manera inició la conversación Anyi Cárdenas, una joven boyacense de 25 años de edad, quien resalta el gran cambio que trajo a su vida ser una firmante del Acuerdo Final de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), en 2016.
Ella es una de las jóvenes lideresas que se encuentran en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Georgina Ortiz, en el municipio de Granada (Meta), y que hace parte del proyecto «Cuidados para la paz. Somos para la vida». Su historia es un relato inspirador de compromiso y transformación para su comunidad, especialmente para las juventudes, que empiezan a verla como un referente y modelo a seguir.
Un inicio con convicción
Anyi se unió a las filas de las FARC-EP motivada por un deseo de cambiar lo que para ella era una sociedad injusta.
Yo recuerdo la primera vez que me fui. Tenía un miedo tremendo, porque por un lado estaba ese deseo de querer transformar las cosas, pero, por otro lado, estaba todo el miedo que nos habían infundido, las ideas de que eran violadores, asesinos, y demás.
Ingresar a la guerrilla fue un desafío personal. Implicaba un cambio radical en sus planes y proyecto de vida. Además, generó una ruptura con su familia, ya que no informó de su decisión. Esto causó gran preocupación y su ausencia fue un período difícil para ellos.
Un nuevo capítulo
Después de la firma del Acuerdo Final de Paz en Colombia, Anyi y otros excombatientes se enfrentaron a numerosos desafíos en su proceso de reincorporación. Uno de los mayores retos fue adaptarse a un entorno que era muy diferente a la vida en la guerrilla.
«La organización solventaba absolutamente todo y, nosotros como militantes, hacíamos parte del engranaje. La instrucción era salvaguardar la vida, la integridad y la dignidad humana de quienes estábamos allí», indica la firmante de paz.
Hacer parte del sistema, como ella lo llama, ha sido una «locura». Para Anyi encontrarse con un mundo acelerado y de rivalidades es una señal de que la sociedad colombiana no ha avanzado en la defensa de los derechos de las personas. Además, el proceso de reincorporación llevó a una división tradicional del trabajo, lo que se traduce, según su testimonio, en que las mujeres están siendo delegadas, en su mayoría, a roles de cuidado en el hogar, mientras los hombres obtienen trabajos productivos fuera de los ETCR.
En un primer momento, no pensamos que eso pasaría, porque veníamos de otras dinámicas, hasta que vimos que las mujeres estaban haciendo todas las labores de cuidado del hogar y que, desafortunadamente, ya los hombres nos llevaban cierta ventaja: ellos estaban en lo público, ellos estaban trabajando.
Ante este panorama, el proyecto «Cuidados para la paz. Somos para la vida» ha logrado ser un espacio de empoderamiento para las mujeres —impulsado por Anyi como una de las enlaces territoriales— con el propósito de fortalecer los liderazgos juveniles. Allí, se han trabajado procesos de capacitación desde los enfoques de: género, discapacidad, niñez y juventudes.
Los otros retos en temas de reincorporación también se relacionan con los temas de cuidado, de la igualdad, porque a pesar de que nosotros trabajamos muy a la par, hombres y mujeres, —algo que ha tenido sus más y sus menos—, nos ha tocado pararnos duro para defender nuestros derechos. Porque cuando se da todo este proceso, vemos que desafortunadamente muchas cosas cambiaron.
En la conversación la firmante señala los altibajos que se han tenido, pues desde hace algunos meses los y las firmantes de paz del ETCR Georgina Ortiz ocupan un espacio provisional en el municipio de Granada (Meta) tras tener que desplazarse desde el predio que ocuparon posterior a la firma del Acuerdo de paz de 2016, ubicado en el municipio de Vistahermosa (Meta). Las condiciones de seguridad que amenazaban su integridad fueron el principal motivo del desplazamiento.
Anyi afirma que, como comunidad, intentan mantener sus normas de convivencia, de sostenibilidad y de conciliación frente a las dificultades. Su liderazgo se ve motivado por un deseo de continuar, de respetar lo acordado en el 2016, a pesar de los riesgos y desafíos actuales —como ella lo señala haciendo referencia a la estigmatización y a los asesinatos de firmantes—. A esto agrega «son muchas cosas que nos han transformado, el tema de las familias, de los niños y las niñas de la Paz, eso lo transforma a uno completamente».
A estos retos se suma la dificultad en conseguir empleo para los y las firmantes, pero, al al final de todo esto «conocer lo que es tener familias a las que se deben proteger al interior de los ETCR —algo que no pensamos hacer años atrás— ha transformado nuestra visión de la vida y la convivencia».
Adicionalmente, la firmante reconoce que estos procesos y cambios les han permitido dar a conocer quiénes son más allá de un uniforme o un fusil, pues como ella lo dice «éramos y somos personas con muchos sueños, con muchos anhelos y, sobre todo, le estamos apostando a la construcción de un mejor país». A pesar de la estigmatización y las amenazas, han seguido luchando por la paz y por el cumplimiento de los compromisos del Acuerdo.
Liderazgo
FOTO: Equipo femenino de fútbol ganador en la jornada de integración deportiva ETCR Vista Hermosa. En el centro, Anyi Cárdenas, capitana del equipo.
Anyi se convirtió en una líder juvenil, al generar e impulsar espacios de socialización, formación y empoderamiento en el ETCR que reside, guiada por el plan de vida que han consolidado en colectivo. Su liderazgo se caracteriza por la confianza que los y las firmantes tienen hacia ella, el compromiso que ha demostrado, los sueños compartidos y el respeto que se ha promovido desde y hacia los demás.
Ha sido todo un proceso en el cual se han tenido muchos altibajos, pero yo creo que lo más bonito es la confianza de la misma comunidad, es ese compromiso y esos sueños, ese respaldo siempre, ahí tenemos a la comunidad que nos respalda a pesar de los problemas. A ellos y ellas les informo todo, porque la comunidad nos orienta hacia cómo poder hacer ese ejercicio de liderazgo.
En su mensaje a otras mujeres, ella las invita a reconocer el valor de sus acciones y a confiar en su capacidad para marcar la diferencia. Su historia es un recordatorio de que cada decisión y cada acción contribuyen al cambio; su historia es un testimonio sobre cómo la convicción y el apoyo mutuo pueden superar las dificultades.
Sobre el proyecto «Cuidados para la paz. Somos para la vida»
El proyecto tiene como objetivo generar espacios seguros para lo cual contempla una serie de acciones orientadas a reconocer el cuidado como un derecho humano, a la prevención y atención de violencias contra niños, niñas, adolescentes y jóvenes (NNAJ); a mejorar el acceso de las mujeres a mecanismos de protección frente a las violencias basadas en el género (VBG), proponer espacios de encuentro alrededor del cuidado y la crianza y adecuar, enriquecer y dotar espacios de cuidado para la primera infancia.
Este trabajo se desarrolla en conjunto entre ONU Mujeres y UNICEF, con recursos del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para la Paz, a través de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (LIMPAL) y Juntos Construyendo Futuro (JCF) y en articulación con la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR) Componente Comunes y la Misión de Verificación de Naciones Unidas.
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