Durante seis décadas, el Cauca fue uno de los principales escenarios del conflicto y la violencia en Colombia. Algunos de sus pueblos fueron lugar de enfrentamiento constante entre los actores del conflicto, con tomas, largas noches de combates, bombas y campos minados.
Viste gris oscuro y lleva una Kufiyya en el cuello para protegerse de los mosquitos y secarse el sudor; las montañas del Cauca pueden ser muy calientes de día cuando el sol quema la piel, pero sus noches son frías. Es un paisaje que transmite calma, pero este departamento ha sido uno de los corazones del conflicto en Colombia por décadas. William sonríe siempre a sus compañeros, y parece un líder natural de los que saben volver fáciles los retos más duros.
William de 35 años sabe todo sobre la crianza de los cerdos y la economía circular, se mueve con confianza entre los animales, sabe cuando uno de ellos crece bien así como los que necesitan cuidado, logra calcular el peso con tan solo una mirada.
“Ponte detrás de él” – grita a un compañero que intenta empujar a un cerdo bien gordo sobre un camión – “tienes que usar las piernas, no lo hagas devolver!”. Pero el cerdo chillando se escapa y vuelve a confundirse con los otros, William se ríe y se acerca para mostrarles una vez más como se hace el trabajo. Le rodea junto al viento, un ambiente de tranquilidad que nadie se imaginaría, que en otra vida, él fue víctima de violencia, y tuvo que desplazarse con su familia. “Tenía 9 años cuando llegaron los paramilitares y con ellos las masacres a nuestro pueblo” – cuenta - “mi mamá tuvo que escapar con mis hermanos pequeños y conmigo para salvarnos. Nos fuimos sin nada, como mucha otra gente, y llegamos a otra zona donde había la guerrilla y fue ahí que los conocí”.
William pasó sus años de adolescencia con la guerrilla de las FARC-EP, hizo parte de la realidad de varios niños y niñas que, viviendo en medio de la guerra y en territorios con limitada presencia de instituciones estatales y sin futuro, fueron reclutados para engrosar las filas guerrilleras.
“A los 15 años llegué al Cauca con mi hermana – continúa -, también guerrillera, y entramos en la columna móvil Jacobo Arenas”.
Los dos jóvenes pasaron muchos años de combate en combate, la Jacobo Arenas era como una tropa de élite de la antigua guerrilla de las FARC, desmovilizada desde el 2016 tras la firma del Acuerdo Final.
Al pasar el tiempo, cuando llegó la firma del Acuerdo Final en 2016, William estaba viviendo otra de sus vidas, la de prisionero, con una condena de 10 años por rebelión: “Yo sabía que mi vida se había acabado, porque al principio te condenan a 10 años, pero luego llega otra y otra, y estaba seguro que no iba a salir nunca libre”. Sin embargo, la llegada del Acuerdo Final le permitió salir de la cárcel, gracias a las más de 9.000 actas de sometimiento a la JEP de excombatientes y miembros de la Fuerza Pública que la Secretaría Ejecutiva de esta entidad pudo recoger en 2018 en apoyo con el Fondo. Gracias a esto, William pudo dejar las armas y entrar en un proyecto productivo.
Así como a William, el Fondo ha ayudado en la reincorporación de los excombatientes de las FARC-EP a la vida civil, a recuperar sus sueños, y de vivir una vida que promete crear desde abajo, crear desde la región.
Muchos de los integrantes de la columna móvil Jacobo Arenas construyeron la cooperativa Coomep, que con el apoyo del PNUD y OIM, empezó un ambicioso proyecto productivo de economía circular en el que cada producción depende, y se alimenta de las otras priorizando los recursos naturales de la región.
“Es una experiencia muy bonita, pero pasar de una vida a otra para nosotros no fue fácil. Fueron muchos años de guerra los que vivimos y esto es un cambio extremo, muy profundo. No sé como explicarlo, es duro y fácil a la vez, porque si quieres algo con fuerza se vuelve posible, y lo que queremos es la paz, así que cambiar la vida, aprender un trabajo nuevo y trabajar muy duro ya no es tan difícil”. William, Reincorporado Farc.
Comments